Entre las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para cuidarnos de los efectos de los rayos solares —que pueden llegar a ser tan graves como el cáncer— está el uso de crema de protección solar de amplio espectro, con un factor de protección (FPS)15+, en abundancia y tantas veces como sea necesario. También recomienda cuidar los ojos con sombreros de ala ancha y gafas de sol. Pero, ¿qué pasa con el pelo? ¿Es necesario protegerlo?
“El pelo es proteína muerta”, indica la directora global de comunicación científica de Wella, María Castán, y añade que la única parte viva es la raíz, donde nace el folículo. Por esto, aunque “es una barrera natural para la piel del cuero cabelludo frente a radiaciones ultravioleta”, aclara la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética (Stanpa), su exposición al sol no supone ningún riesgo para la salud, a diferencia de la piel.
Sin embargo, igual que los rayos del sol envejecen la piel, también “potencian el fotodesgaste del cabello“, afirma Miriam Quevedo, fundadora de la firma del mismo nombre especializada en tratamientos antiedad de piel, pelo y cuero cabelludo. Entre los efectos que enumera Quevedo están “la degradación la queratina del cabello, la pérdida de la proteína del cabello y del nivel lipídico”. Esto hace que “el color se apague y pueda variar, que se vuelva más poroso, se seque y se quede más débil y quebradizo”.
Los responsables de este deterioro, según un estudio del Hospital Universitario de Zagreb, son los rayos UVB y los UVA: “Los primeros son responsables de la pérdida de proteína del cabello y los segundos de los cambios de color”. Al absorberlos, los aminoácidos fotosensibles del pelo se degradan y se producen radicales libres, que afectan a las proteínas del cabello, especialmente la queratina.
Los rubios y teñidos son los que más sufren
Los efectos son mayores sobre los cabellos teñidos, afirma Elia Roó, miembro de la AEDV : “El sol y la radiación ultravioleta hacen que se oxide y cambien el color”. Esto ocurre, aclara Quevedo, porque “el tinte lo envejece químicamente y lo hace menos resistente al fotodesgaste y más sensible a la pérdida de brillo”. Pero no son los únicos.
“Igual que ocurre con las pieles más claras, el cabello rubio es más sensible a las agresiones externas porque tiene niveles más bajos de melanina”, aclara Quevedo y añade que además “son más permeables —la humedad le afecta mucho— y sufren más deshidratación”.
A más oscuro, mayor protección de la piel
Aunque la densidad de la melena es un factor importante a la hora de proteger el cuero cabelludo del sol, el color también influye, confirma una investigación de la Universidad de Málaga: “El pelo negro confiere una fotoprotección mayor que el pelo rubio, y este que el pelo cano”. Pero, sin duda, la cantidad es clave.
Las personas con poco pelo deben asumir el cuidado extra que ha de darle a la cabeza. La doctora Roó asegura que “la incidencia de lesiones premalignas en cuero cabelludo con el paso de los años es muy alta”. Por esto, recomienda protegerse con gorras, cremas y sprays con fotoprotectores”. Y no solo se refiere a los calvos, “también las mujeres con menor cantidad de cabello a las que se les quema la raya“.
Tanto es así que desde Stanpa aconsejan incorporar en los hábitos diarios de cuidado personal productos que protejan frente a la radiación, especialmente en aquellas épocas en las que el sol incide más directamente en nuestra piel. Y hay que hacerlo igual que con el resto de la piel, es decir, aplicar las cremas o sprays a ser posible media hora antes de la exposición al sol.
“La eficacia de los filtros UV dependerá principalmente de su espectro de absorción”, aclara un estudio de los laboratorios alemanes especializados protección contra los radicales libres, Gematria Test Lab, y añade que “la formulación cosmética del producto para el cuidado del cabello debe permitir que los filtros UV se adhieran a la superficie durante un período prolongado”. Para la mejor elección del producto, Stanpa aconseja acudir a un especialista.